Cuéntame cómo vives;
dime sencillamente cómo pasan tus días,
tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres
y las confusas olas que te llevan perdido
en la cambiante espuma de un blancor imprevisto.
Cuéntame cómo vives;
ven a mí, cara a cara;
dime tus mentiras (las mías son peores),
tus resentimientos (yo también los padezco),
y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).
Cuéntame cómo mueres;
nada tuyo es secreto:
la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);
la locura imprevista de algún instante vivo;
la esperanza que ahonda tercamente el vacío.
Cuéntame cómo mueres;
cómo renuncias -sabio-,
cómo -frívolo- brillas de puro fugitivo,
cómo acabas en nada
y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.
Gabriel Celaya
Un espacio de respiro ante el ruido del mundo y su sobre-información. Por favor no dispares a menos que sea absolutamente necesario.
lunes, noviembre 19, 2007
Estoy Triste
Estoy más triste que un zapato ahogado
estoy más triste que el polvo bajo los petates
estoy más triste que el sudor de los enfermos
estoy triste como un niño de visita
como una puta desmaquillada
como el primer autobús al alba
como los calzoncillos de los notarios
triste triste triste de sonreir como un bobo desde los rincones
de ver tallar las cartas en redondo saltándome siempre a mí
de todo lo que se dicen y se dan y se mordisquean en mis narices
estoy harto de quedarme con el saludo en la boca
de salir bien dibujado entre la muchedumbre
para que me borre siempre el estropajo de su roce
de no estar nunca en foco para ningunos ojos
de tener tan desdentada la mirada
de navegar tras la línea del horizonte con mis banderitas
cómicamente izadas no puedo más de no ser nunca nadie
de que no me dejen jamás probarme otra careta que la de ninguno
de no irrumpir de no alterar el oleaje de no curvar jamás
un tren de ondas de no desviar a mis corrales la palabra suelta
de que nunca me caiga a mí la lotería de un vuelco visceral
De no poblar ni el más vago sueño ocioso
De saber que ningún mal pensamiento tendrá ya más mi rostro.
Estoy hasta aquí de la avaricia de los privilegiados
de que quieran para ellos solos toda la juventud
todos los influjos en las cosas del mundo
todo el favoritismo de la puta alegría
toda la iniciativa de renuevo y capricho
de que se apropien sin escrúpulos la plusvalía de calor
y encuentros todo el capital de risa y de coloquio
que repartido con justicia alcanzaría de sobra para alimentarnos a todos
a todos los hambrientos de carne de comunión
y sedientos de vino de comunión
a todos los que están tristes como faldones arrugados
que les cuelgan a los otros
en fin estoy jibosamente desolado
de haber envejecido sin seguro de vida
sin seguro de nombre
sin cavar mi guarida
en el espeso ahorro de no haber cobrado el billete
cuando la vida se asomaba a mirarme de haber tirado
siempre deudas al cesto sin mirarlas
y lo que quiero decir es que estoy a fin de cuentas
terriblemente triste de que no me hayáis perdonado.
Tomás Segovia
estoy más triste que el polvo bajo los petates
estoy más triste que el sudor de los enfermos
estoy triste como un niño de visita
como una puta desmaquillada
como el primer autobús al alba
como los calzoncillos de los notarios
triste triste triste de sonreir como un bobo desde los rincones
de ver tallar las cartas en redondo saltándome siempre a mí
de todo lo que se dicen y se dan y se mordisquean en mis narices
estoy harto de quedarme con el saludo en la boca
de salir bien dibujado entre la muchedumbre
para que me borre siempre el estropajo de su roce
de no estar nunca en foco para ningunos ojos
de tener tan desdentada la mirada
de navegar tras la línea del horizonte con mis banderitas
cómicamente izadas no puedo más de no ser nunca nadie
de que no me dejen jamás probarme otra careta que la de ninguno
de no irrumpir de no alterar el oleaje de no curvar jamás
un tren de ondas de no desviar a mis corrales la palabra suelta
de que nunca me caiga a mí la lotería de un vuelco visceral
De no poblar ni el más vago sueño ocioso
De saber que ningún mal pensamiento tendrá ya más mi rostro.
Estoy hasta aquí de la avaricia de los privilegiados
de que quieran para ellos solos toda la juventud
todos los influjos en las cosas del mundo
todo el favoritismo de la puta alegría
toda la iniciativa de renuevo y capricho
de que se apropien sin escrúpulos la plusvalía de calor
y encuentros todo el capital de risa y de coloquio
que repartido con justicia alcanzaría de sobra para alimentarnos a todos
a todos los hambrientos de carne de comunión
y sedientos de vino de comunión
a todos los que están tristes como faldones arrugados
que les cuelgan a los otros
en fin estoy jibosamente desolado
de haber envejecido sin seguro de vida
sin seguro de nombre
sin cavar mi guarida
en el espeso ahorro de no haber cobrado el billete
cuando la vida se asomaba a mirarme de haber tirado
siempre deudas al cesto sin mirarlas
y lo que quiero decir es que estoy a fin de cuentas
terriblemente triste de que no me hayáis perdonado.
Tomás Segovia
viernes, noviembre 02, 2007
QUIERO UN VIERNES
Quiero un viernes
para morir de olvido.
Un viernes
de silencio
que talle mi muerte.
Quiero un viernes
de luna clara y ancha
para anclar mi cuerpo
sin prisa alguna.
Un viernes frío
que tale el árbol
De mi vida infértil.
Un viernes frío
tan frío
que hiele
mi cuerpo estéril.
Un viernes
de César Vallejo
y voz herida,
de hombre
ebrio de angustia...
Quiero morir un viernes
despacio,
despacio
para reírme del día
que se lleva
mi cuerpo herido.
Quiero un viernes frío,
frío
de muerte, frío!
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