jueves, noviembre 20, 2008

...

 

A veces preferimos cerrar los ojos y no ver.
A veces vemos y no sabemos por qué.
A veces elegimos olvidar, dejar pasar
andar de prisa, apresurados
sin voltear a un lado, sin mirar atrás.
Andamos porque no podemos decidir
temerosos del instante, orgullosos de lo ausente.
Si tan solo pudiéramos detenernos, preguntarnos
dejar andar a la conciencia, volar a ella, la imaginación.
Si tan solo el invierno fuera siempre blanco
los ríos dorados, y el bosque, el estado habitual.
Si tan solo pudiera decirte.
Si tan solo me escucharas, por un momento
desde la distancia indefinida, fortuita
de la noche que no amanece, de tu estar fuera, allá
en la profundidad de lo que nunca se puede olvidar.
A veces despierto justo a la media noche
en el inicio del día, tras borrar los deseos
del día anterior
de la vida anterior
del sueño que nunca se dio.
Porque volar es andar a paso lento; soñar,
amanecer de nuevo.
Ando por la noche,
en el negro letargo de la noche.
Y tus ojos… ¿estarán?

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