domingo, mayo 13, 2007

La nada...


Nada era tan imposible
como huir de las palabras,
pero un día, no sé cuando
dejé de decir basta
y bastó
para dejar de pronunciarlas.



Hoy me lo permito
sin más permiso que el mío
que esta saliva no arranca
ni una gota de sangre
de la garganta,
ni un esputo de rabia
del paladar, ni arte
que valga para crear
una sóla oración
de sed o de venganza
de deseo o esperanza.

Estaba lanzado
a rendir homenaje a lo absurdo
a perder la cabeza
por una mujer cualquiera
a rajar las heridas del mundo
a penetrar la ciudad
entre cuatro paredes
a condenar al tumulto
a arrancar la belleza
a matarme joven
como una leyenda
o a ser inmortal
como un poema.

Estaba lanzado
y no me estrellado,
intenté pensar,
me quedé parado
y seguí pensando
y no surgió de mí
mas que la nada.

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